La palabra pecado incomoda a la gente. Mucho más de lo que les incomoda el pecado en sí por lo que he podido comprobar estos últimos días.
Participo en una clase de teología en mi universidad, la cual debemos tomar todos por obligación y debo decir que lamentablemente, la ultima clase me batí en una lucha interminable contra morfeo y perdí feo. En uno de esos momentos de lucidez asistí a una discusión sobre lo fuerte que era decirle a una persona "pecadora" o que existe algo asi como el pecado. Lo que más me sorprendió no fueron las opiniones de mis compañeros sino el afán del profesor en suavizar el término, diciendo "yo no le pondría pecado, sino todo aquello que nos aleja de Dios"; "yo no ocupo el término pecado, te repito, sino que esas cosas que nos hacen alejarnos de Dios". Para mí, que convivo con los significados, las nomenclaturas y el analisis del discurso me produjo gran desconcierto oír eso. Porque sí, es cierto: El pecado es todo aquello que nos aleja, que nos separa de nuestra comunion con Dios pero...¿Hasta que punto queremos suavizar las cosas? ¿Decir que al final nadie peca y si peca, en verdad no es tan terrible?
Porque si es terrible: El pecado mata. Mata nuestra eternidad con nuestro creador, mata nuestra intimidad con el, nos separa y aleja de su amor. Por lo tanto es MUY TERRIBLE. Al alivianar nuestra vision del pecado, tambien alivianamos y aminorizamos el perfecto sacrificio de Jesucristo. Nadie puede conmoverse por este acto sublime si es que no está consciente de la oscuridad del pecado de su propio corazón.
Por lo tanto me pregunto: ¿Cómo hablarle a una generación que no cree en el pecado? ¿Que considera que tratar a alguien -o incluso a si mismo- de pecador es una falta de respecto? ¿Dónde el tema ya no existe? ¿Dónde no hay temor de Dios?
Cuando pienso en mi pecado me conmueve -a veces hasta las lagrimas- lo que Cristo hizo por mí. Mi oración hoy es que Dios siga confrontándome a mi pecado, que tenga convicción de éste y me pueda dar las herramientas para testificar de su amor a aquellos corazones endurecidos a mi alrededor. Pues a pesar de lo pecadores que somos, nuestro Dios es áquel de las nuevas buenas, de la esperanza, dónde a través del arrepentimiento y la fe somos redimidos y restaurados.
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